Hay animales cuya vida es un cúmulo de desgracias, que parece que han venido a este mundo a sufrir. El ornitorrinco, que no se sabe muy bien que animal es, bastante feo y con un nombre difícil de pronunciar. Los boquerones y las sardinas, que sólo existen para servir de alimento a casi cualquier bicho viviente de mayor tamaño que ellos.
Pero la palma de los animales desgraciados se la llevan los ñúes. Se les junta todo a los pobres animalillos. Son una especie de mezcla extraña y fea de narices entre vaca, caballo y jirafa. Tienen que estar todo el tiempo atentos a que no aparezca por allí un grupo de leonas hambrientas y dispuestas a zamparse unos filetes. Cuando llega la época seca, deben arrearse unas migraciones kilométricas para poder encontrar unos yerbajos que echarse a la boca, en la que incluso deben cruzar el río Mara, donde aparte de las corrientes y demás, les esperan los cocodrilos listos para echarles el diente. Si sobreviven a todo esto, día tras día hay algún pesado cámara de National Geographic o similar, dando la murga. De verdad, pobres ñúes.
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