Uno de los winebloggers que sigo habitualmente pasa por una mala racha. En un comentario al último post de su blog, utilicé la palabra amigo. Cuando me contestó, el también me llamó amigo.
Habiendo leído su post, el que me llamase amigo me ha provocado una sensación de placentero calorcillo interno.
¿Os habéis parado a pensar la calidez que irradia esa palabra cuando es utilizada sinceramente? Cuando alguien que merece de verdad la pena os llama amigos, ¿no sentís un agradable cosquilleo interior?
Siempre he valorado mucho muchísimo la verdadera amistad, más incluso que otro tipo de relaciones y sentimientos. Pero esta vez me he puesto a pensar en lo agradable que suena esa palabra, y lo bien que sienta que nos lo llamen.
Habiendo leído su post, el que me llamase amigo me ha provocado una sensación de placentero calorcillo interno.
¿Os habéis parado a pensar la calidez que irradia esa palabra cuando es utilizada sinceramente? Cuando alguien que merece de verdad la pena os llama amigos, ¿no sentís un agradable cosquilleo interior?
Siempre he valorado mucho muchísimo la verdadera amistad, más incluso que otro tipo de relaciones y sentimientos. Pero esta vez me he puesto a pensar en lo agradable que suena esa palabra, y lo bien que sienta que nos lo llamen.
Y caramba, si que da gusto, si.
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